Washington, 1 dic (EFE).- El choque entre los dos Estados Unidos, el que defiende el aborto y el que lo demoniza, se puede palpar este miércoles en las protestas fuera del Tribunal Supremo, donde se ha celebrado una audiencia para estudiar la legalidad de una ley de Misisipi que restringe la interrupción del embarazo.
Frente a la icónica escalinata del Tribunal Supremo hay dos protestas: una con fotos de bebés despedazados y ensangrentados, que retumba con cánticos por “el derecho a la vida”, y otra un poco más pequeña, en la que las pancartas reclaman que el aborto es parte del derecho a la salud de la mujer.
En medio hay dos filas de vallas metálicas y, apoyada levemente en una de ellas está Shannon Brewer, la directora de la clínica de Misisipi que se halla en el centro del caso ante el Supremo.
Su clínica es la única que todavía practica abortos en Misisipi, el estado más pobre del país, donde los republicanos han impulsado una ley para prohibir el aborto a las 15 semanas de gestación y que, de entrar en vigor, tumbaría el precedente establecido hace cinco décadas en el célebre caso “Roe contra Wade”.
“Hoy estoy tranquila. Los días anteriores fueron más duros porque estábamos a la expectativa de lo que pudiera pasar”, cuenta Brewer, afroamericana con los labios pintados de rojo, un collar de perlas con una cruz y que no para de mirar hacia un lado y otro mientras habla con Efe.
Sus ojos se dirigen a los manifestantes del otro lado, los que agitaban pancartas con el nombre de Jesús y las llamas del infierno.
“Tengo que estar vigilando, por eso ando mirando para allá. Uno nunca sabe”, se explica Brewer, cuya clínica ha sufrido varios ataques de grupos antiabortistas: desde un generador de electricidad que fue saboteado hasta daños a las cámaras de seguridad pasando por las continuas protestas frente a las instalaciones.
Dentro de la clínica el trabajo no ha parado, narra Brewer, quien en las últimas semanas ha tenido que hacer lo imposible para atender no solo a las pacientes de Misisipi, sino también a las decenas que han llegado del vecino Texas, donde en septiembre entró en vigor un veto casi total al aborto.
Los estados de EE.UU. gobernados por republicanos han aprobado en la última década cientos de medidas para restringir el acceso al aborto, en una campaña cuyo objetivo final es llegar hasta el Supremo para que acabe derogando “Roe contra Wade”.
El tribunal había rechazado hasta ahora pronunciarse al respecto, y el mero hecho de que haya cambiado esa postura y aceptado el caso de Misisipi ha provocado dos tipos de reacciones: la alarma del movimiento feminista y el contento de la derecha cristiana, que cree que ha llegado su oportunidad.
“Hoy es un gran día, Jesús está con nosotros”, dice sonriente a Efe Sophia, de Virginia Occidental. La joven, de 18 años, se levantó este miércoles a las dos de la mañana y condujo cuatro horas con otras dos amigas de su misma edad para protestar frente al Tribunal Supremo.
Las tres son cristianas, creen que la vida empieza en la concepción y se oponen completamente al aborto, ni siquiera aceptan excepciones por incesto o violación.
“Por supuesto que la violación es algo terrible, pero el bebé no debe pagar por los crímenes del violador. Ese bebé es inocente y no debe ser asesinado”, intenta argumentar Sophia.
Pese a las fuertes diferencias, no ha habido incidentes en las protestas frente al Tribunal Supremo que se celebran con un mayor despliegue de seguridad que en otros casos, ya que la policía ha cortado calles aledañas al edificio y varios agentes se pasean entre los activistas.
La tensión, sin embargo, se puede palpar: En un momento, alguien con un megáfono se mete en la zona donde están los manifestantes que defienden el aborto y empieza a gritar: “¡Estáis de camino al infierno, sois unos asesinos. Sois igual que vuestro padre, el diablo!”.
Los aludidos responden con risas, algún que otro baile y agitan con más fuerza sus pancartas.
Si el Tribunal Supremo fallara a favor de Misisipi y llegara a abolir “Roe contra Wade”, cada estado de EE.UU. sería libre de prohibir o permitir el aborto a su antojo, y eso afectaría a las 36 millones de mujeres en edad reproductiva que viven en estados conservadores, según Planned Parenthood, la mayor red de clínicas de salud sexual y reproductiva del país.
Entonces, Estados Unidos sí estaría dividido en dos: uno donde el aborto es legal y otro donde se prohíbe.