Washington, DC.- Misiles antitanque, lanzagranadas, municiones… EE.UU. ha intensificado la ayuda militar a Ucrania ante un posible ataque de Rusia, en un escenario que evoca a la Guerra Fría y donde es poco probable que soldados estadounidenses y rusos acaben viéndose las caras.
La tensión se ha disparado entre las dos potencias por la concentración de soldados rusos, unos 100.000, en la frontera con Ucrania.
Frente a esta situación, la ayuda castrense de Washington a Kiev no ha parado de fluir: en diciembre, el presidente Joe Biden autorizó la entrega de 200 millones de dólares para responder a las “necesidades inmediatas de seguridad”.
El teniente coronel del cuerpo de Marines Anton T. Semelroth, uno de los portavoces del Departamento de Defensa de EE.UU., detalló a Efe que ese paquete incluye misiles Javelin, lanzagranadas y municiones, además de “equipo no letal esencial para la primera línea de defensa de Ucrania”.
En los últimos días, la Embajada estadounidense en Kiev ha dado cuenta en Twitter de la llegada de esas provisiones: tan solo el 25 de enero, EE.UU. entregó un tercer lote de ayuda militar a Ucrania, de 90 toneladas y con 300 proyectiles Javelin; que no será el último.
Un portavoz del Departamento de Estado precisó a Efe que, aparte de las armas antiblindados, han enviado esta semana a las autoridades ucranianas 283 toneladas de municiones y equipo esencial no letal.
La asistencia castrense no es nueva, ya que desde 2014 -cuando Rusia ocupó la península de Crimea- Washington ha destinado más de 2.700 millones de dólares en ayuda de seguridad para Ucrania, lo que incluye más de 650 millones de dólares solo en 2021.
La cartera de Exteriores estadounidense precisa que ese respaldo comprende material como todoterrenos Humvee, drones, equipos de comunicaciones, apoyo para analizar imágenes por satélite, radares, aparatos de visión nocturna y rifles para francotiradores, entre otros.
En consecuencia, las fuerzas ucranianas de hoy no son las mismas que las de hace diez años, indicó a Efe el director de Investigación de Política Exterior de la Institución Brookings, Michael O’Hanlon.
Pese a no disponer de alta tecnología como los países de la OTAN, con sus más de 200.000 soldados las fuerzas ucranianas tienen un tamaño a la altura o incluso superior que las de naciones de Europa Occidental, como España, Italia, Francia o el Reino Unido.
O’Hanlon recordó que Ucrania dispone, asimismo, de armas antitanques, entre las que figuran las suministradas por EE.UU. y otros países, que “podrían ponérselo realmente difícil a Rusia a la hora de trasladarse rápidamente por las carreteras”.
Al equipamiento mandado directamente por Washington se suma el armamento estadounidense cuya transferencia a Ucrania ha autorizado recientemente el Departamento de Estado desde Estonia, Letonia y Lituania.
En concreto, Estonia ha enviado misiles Javelin, mientras que Lituania y Letonia han mandado proyectiles antiaéreos Stinger para reforzar las defensas ucranianas.
En opinión de la subdirectora del Centro de Eurasia del laboratorio de ideas Atlantic Council, Melinda Haring, la asistencia militar a Kiev puede marcar una diferencia “enorme” si EE.UU. es “creativo e inteligente”.
“El presidente Biden ha dicho que no quiere botas sobre el terreno, mucha gente se ha centrado en eso, pero debemos centrarnos en lo que no se ha dicho. (Biden) no ha descartado usar barcos y aviones”, matizó la experta, que considera que esto, junto a las sanciones, podría disuadir a Rusia de atacar Ucrania.
Por lo pronto, EE.UU. ha puesto en “alerta elevada” a 8.500 militares para un posible despliegue en países aliados del este europeo, aunque ha reiterado que no va a mandar efectivos a suelo ucraniano.
Aparte del material y los soldados, O’Hanlon apuntó un factor disuasorio para Rusia con reminiscencias históricas: el frío.
“Pronto va a ser febrero y luego marzo. Marzo no es una buena época para operar tanques en Ucrania. Febrero tampoco es bueno, porque incluso si el suelo se hiela, puede haber nieve, lo que hace difícil para los vehículos rodados moverse”, dijo el analista, quien rememoró la derrota nazi a manos de la extinta Unión Soviética.
Los preparativos ante un posible conflicto se están llevando a cabo sin que realmente Occidente tenga “una idea clara” de por qué el Kremlin está creando esta crisis y qué va a hacer.
Así lo ve el experto del centro de pensamiento RAND William Courtney, exembajador de EE.UU. en Kazajistán y Georgia, y exasistente especial presidencial para Rusia, Ucrania y Eurasia.
“Ucrania no está a punto de entrar en la OTAN, ni en la Unión Europea. Creo que una posibilidad es que las manifestaciones pacíficas de hace dos años en Bielorrusia asustaran al Kremlin”, reflexionó Courtney, quien indicó a Efe que el presidente ruso, Vladímir Putin, podría temer perder Ucrania y Bielorrusia en favor de Occidente.
Ante el panorama actual, todas las opciones son posibles, advirtió el exdiplomático, dado que Rusia podría lanzar una gran invasión, una a menor escala o a lo mejor “ninguna”.
A estas alturas, el experto apuntó que es complicado que la diplomacia vaya a resolver algo.
“Creo que el Kremlin tiene que tomar una decisión: o se retira o va a la guerra”, remarcó Courtney, quien cree que no hay espacio para negociar porque Moscú ha lanzado unas propuestas a Occidente “no razonables” y, además, las ha publicitado.