Los Ángeles (EE.UU.), 1 jun (EFE).- Cada fin de semana barrios periféricos de ciudades estadounidenses como Los Ángeles son testigo de centenares de carreras clandestinas de automóviles, un fenómeno que se popularizó en gran medida por la saga “Fast & Furious” (2001) y que mantiene en jaque a la policía por el aumento de accidentes.
Rugido de motores, humo de tubos de escape y ruido de derrapes son los principales atractivos tanto para quienes deciden competir, y aspirar a un premio de varios miles de dólares, como para los espectadores que acuden con la idea de plasmar el peligroso espectáculo en redes sociales.
En la práctica, los organizadores interponen vehículos en avenidas y restringen el tráfico para acometer principalmente demostraciones de riesgo que van desde los clásicos “donuts” -trompos en los que el coche gira 180 grados sobre su propio eje- hasta saltos con el auto en marcha para bailar o actuar a su alrededor.
El Chevrolet Camaro, el Dodge Challenger o el Infiniti G35 figuran entre los modelos preferidos por estos temerarios conductores, ya que ofrecen un alto caballaje, con motores relativamente fáciles de modificar y sin precios desorbitados.
“Si chocas con otro carro, te sacan a patadas de la pista y pueden romperte el coche o robártelo. Esa es la disciplina que se te impone”, explicó Junior, uno de los asistentes de una carrera ilegal en la zona de Watts (sur de Los Ángeles), en declaraciones a EFE.
La Administración Nacional de Seguridad del Tráfico de EE.UU. (NHTSA, por sus siglas en inglés) estima que, solo en la última década, 800 personas perdieron la vida en incidentes relacionados con estas carreras.
Los estados de California, con 188 decesos, y Texas, con 128, lideran esta clasificación que no coincide con el registro del número de multas vinculadas a las carreras clandestinas.
Un apartado en el que aparecen en cabeza Wyoming, Dakota del Norte y Wisconsin, lo que revela que el problema se extiende por toda la geografía del país.
Aunque, si hay un barrio particularmente corroído por este fenómeno ese es Angelino Heights, un área situada a escasos 5 kilómetros del centro de Los Ángeles con la “desgracia”, según los vecinos, de que su tienda Bob’s Market se muestra en el filme “Fast & Furious” como el negocio regentado por Dominic Toretto (Vin Diesel).
“Es un infierno vivir aquí. Cada día quince o veinte automóviles de fans se reúnen para hacer trompos a la entrada de la tienda”, explicó Arturo, un lugareño que ha visto cómo se ha transformado su barrio.
APUESTAS, ARMAS Y DROGA: EL PAPEL DE LAS PANDILLAS EN LAS CARRERAS
El problema, que creció con la expansión de las redes sociales y fue avivado por las reuniones al aire libre como alternativa de ocio durante la pandemia, ha provocado que la división de tráfico del Departamento de Policía de Los Ángeles haya reforzado sus equipos especializados en acabar con las carreras clandestinas.
Hasta una veintena de uniformados de la comisaría central suman esfuerzos para responder a las llamadas de vecinos hastiados, detectar en plataformas como Instagram dónde se están organizando las tomas de calles y salir inmediatamente para tratar de prevenir accidentes.
“En el sur de Los Ángeles hay 72 pandillas en menos de 20 kilómetros a la redonda. En muchos casos, están vinculadas a las carreras porque ganan dinero a través de suculentas apuestas y por reproducciones en redes sociales”, detalló a EFE desde su coche patrulla el sargento Manuel Sánchez.
Y es que el número de “me gusta” en las publicaciones es fundamental para decidir el vencedor en una carrera o en demostraciones de habilidad como los “donuts”.
Los tiroteos y el decomiso de marihuana o metanfetamina también son una constante en las redadas de estos agentes, que han llegado a confiscar incluso rifles de asalto AK-47.
“A esta gente no les importan los demás. Cierran calles e incluso cuando impactan contra el público o disparan, los médicos no pueden acceder”, contó Sánchez durante el cacheo a tres jóvenes involucrados en una carrera en Watts.
Lo que vino después fue una escena que se repite todas las noches: la grúa se lleva el vehículo al depósito donde permanecerá un mes, el conductor debe abonar 2.500 dólares para sacarlo y el espectador detenido tiene que pagar 250 dólares por participar.
Una suma “ridícula”, según la policía, porque “eso es lo que llevan muchos de ellos en los bolsillos” cuando son apresados, lo que propicia que reincidan al recuperar el coche.
El sargento Sánchez incidió en la necesidad de aumentar el importe de las multas, tener la potestad de retirarles el carnet de conducir, y de fomentar que estas actividades sean trasladadas a circuitos profesionales.
LA EDUCACIÓN COMO HERRAMIENTA CLAVE PARA CONCIENCIAR A JÓVENES
La otra gran herramienta para combatir este fenómeno es la concienciación en las escuelas, una tarea que realizan desde Street Racing Kills (SRK), organización fundada por la mexicana Lili Trujillo Puckett tras la muerte de su hija Valentina a los 16 años en una de estas carreras en 2016.
Una de las demandas de SRK es presionar para que los estudios de cine detrás de películas como “Fast & Furious” recalquen con mayor claridad que lo que reflejan es una ficción.
“Nadie hablaba de este tema cuando empecé. Me dirigí a policías y legisladores, habríamos evitado muchas víctimas si se hubiera actuado antes”, aseguró Trujillo a EFE desde su despacho en Los Ángeles.
Víctimas y experiencias trágicas como la de Raúl Contreras Jr., un hombre que ahora trabaja haciendo pedagogía con SRK pero que antes pasó 22 años en prisión por un incidente al volante ocurrido cuando tenía 18 años y en el que acabó muriendo una niña.
“En las películas hay repeticiones, en la vida real te pasa una vez y no hay vuelta atrás”, zanjó Contreras Jr. durante una entrevista.
Guillermo Azábal