Washington, 3 nov (EFE).- Un año después de las elecciones que le dieron la victoria, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, despertó este miércoles en un Washington menos amable para su partido, el demócrata, obligado a hacer examen de conciencia tras su derrota en el estado de Virginia.
Recién aterrizado de su gira europea, el presidente tuvo que afrontar nada más llegar de madrugada a la Casa Blanca la cruda realidad de que el candidato demócrata a gobernador de Virginia, Terry McAuliffe, había perdido en el mismo estado que Biden ganó por diez puntos hace justo un año.
Además, en Nueva Jersey, lo que los demócratas consideraban un mero trámite para reelegir a su gobernador, Philip Murphy, se convirtió en una contienda agónica debido a lo ajustado de los resultados que hicieron que la victoria del progresista no se conociera hasta la tarde del miércoles.
Después de guardar silencio durante horas, Biden interpretó la derrota en Virginia como una señal de que los votantes quieren que su partido “produzca resultados” más concretos.
“Lo que sé es que la gente quiere que hagamos cosas, y por eso estoy presionando mucho para que el Partido Demócrata avance y apruebe mi proyecto de ley de infraestructura” y el de gasto social, recalcó el presidente en una rueda de prensa.
En los círculos progresistas del país, sin embargo, persistía el temor de que los resultados del martes sean un preludio de lo que puede ocurrir dentro de un año, cuando los demócratas se jugarán sus estrechas mayorías en la Cámara Baja y el Senado, o incluso en las próximas presidenciales, en 2024.
LA PÉRDIDA DE POPULARIDAD DE BIDEN
En la reflexión de la Casa Blanca sobre lo ocurrido entraba también, con toda seguridad, un factor incómodo: la reciente pérdida de popularidad de Biden, cuyo índice de aprobación ha ido en declive desde agosto y ronda ahora el 42 %, según una media de sondeos nacionales.
Ese porcentaje es similar al que registró el expresidente Donald Trump (2017-2021) en los puntos álgidos de su mandato, y en una reciente encuesta de la cadena NBC News, los votantes consideraban a Biden casi tan impopular como su polémico predecesor.
“Estos índices (de aprobación de Biden) lastran a todo el partido”, advirtió a Efe un profesor de Historia y experto en elecciones en la American University, Allan Lichtman.
La caótica ejecución de la retirada estadounidense de Afganistán y el hecho de que las estrechas mayorías demócratas en el Congreso hayan sido incapaces hasta ahora de aprobar las reformas económicas de Biden son, según Lichtman y otros analistas, dos de las causas de esa caída de popularidad.
EL IMPACTO EN EL CONGRESO
Según Lichtman, que tiene fama de acertar en sus pronósticos electorales, los resultados de las elecciones a Gobernación en Virginia no son una “herramienta fiable” para predecir lo que ocurrirá en los comicios legislativos de 2022.
Sin embargo, otros observadores recordaron que, en 2009, los republicanos ganaron las elecciones tanto en Virginia como en Nueva Jersey y, el año siguiente, tomaron las riendas de la Cámara de Representantes, además de ganar terreno en el Senado.
Los dos senadores demócratas que representan a Virginia, Tim Kaine y Mark Warner, achacaron este miércoles la derrota en ese estado al hecho de que su partido no se haya unido todavía para aprobar los planes sociales y de infraestructuras de Biden.
No obstante, horas más tarde, el propio Biden reconoció que no está claro que McAuliffe hubiera ganado incluso si el Congreso hubiera aprobado esas leyes, dado el número de “votantes de Trump” que se movilizaron en Virginia.
Mientras, el líder de la minoría republicana en el Senado, Mitch McConnell, opinó en un discurso que los demócratas perdieron porque se están pasando de la raya en sus planes de gasto social y de aumentar los impuestos a los ricos, ideas que definió como “socialistas”.
Para Rachel Blum, profesora de políticas en la Universidad de Oklahoma, no está del todo claro todavía el mensaje que los votantes de Virginia quisieron enviar a Biden.
“Puede que esto simplemente refleje la frustración general de los votantes con la pandemia y sus consecuencias económicas y un deseo de probar una nueva solución, o puede ser una señal de un declive duradero en la popularidad de Biden y su programa”, dijo Blum a Efe.
EL ÉXITO DE LA “GRAN MENTIRA” DE TRUMP
Lo cierto es que McAuliffe se esforzó en perfilar al candidato republicano, Glenn Youngkin, como un aliado de Trump, y que esa estrategia no bastó para ganar: los demócratas siguen sin “articular un mensaje sencillo y convincente para los votantes”, en palabras de Lichtman.
Mientras, los republicanos han tenido éxito al “agitar los miedos sobre la inflación y culpar de esa tendencia económica global a Biden y sus políticas”, explicó a Efe una experta en políticas de la Universidad de Texas, Shannon O’Brien.
Un año después de las elecciones que le elevaron al poder, los demócratas tienen otro problema que, a largo plazo, puede ser todavía más grave: la persistente influencia de la desinformación sobre la legitimidad de la victoria electoral de Biden.
El 78 % de los votantes republicanos sigue creyendo que Biden no ganó de forma legítima las elecciones de 2020, según una encuesta de septiembre de la cadena CNN, a pesar de que no hay ninguna prueba que respalde las denuncias de Trump sobre presuntas irregularidades en estados clave.
“Los demócratas no han sido capaces de contrarrestar de forma eficaz las grandes mentiras que han difundido los republicanos. Todavía no han podido desterrar la mentira de que a Trump le robaron las elecciones”, subrayó Lichtman.